¿Por qué estudiar Filosofía?
Hace ya dos años que me decidí a estudiar Filosofía. Desde entonces, me he visto continuamente sometido a preguntas del tipo: ¿Para qué estudias Filosofía? ¿De qué te sirve? ¿Qué salidas tiene?
Este texto no pretende ser una apología del por qué estudiar Filosofía, pues para eso ya hay otros probablemente mucho más convincentes. Sólo quiero encontrar aquí un hueco para hablar de mi experiencia personal con ella y explicar por qué creo que es inmensamente valiosa para la vida. Aun así, me satisfaría que alguien encontrara en estas líneas un motivo para adentrarse en ella. Al fin y al cabo, la filosofía nos hace un poco más humanos, pues nada hay más propio del ser humano que la búsqueda de la verdad. Y de eso trata la Filosofía, de buscar la verdad por amor a la sabiduría.
La gente no entiende en qué consiste ni qué utilidad puede tener la Filosofía. Solo entienden por útil aquello que les proporciona un placer, aquello que les genera una ventaja de manera instantánea o aquello que les supone un ingreso económico. Sin embargo, ¿qué puede ser más útil que reflexionar acerca de la vida para entenderla mejor? ¿Qué puede ser más útil que dar una explicación al mundo en el que vivimos? O planteado de otro modo, ¿Qué hay más triste que haber pasado por la vida sin haberle dado un sentido o explicación a lo vivido?
Es cierto que tal y como entiende la sociedad moderna la utilidad, la filosofía resultaría algo extremadamente inútil. Estudiar filosofía, en contraposición con otras carreras como ADE o Derecho, no te hará manejar grandes cantidades de dinero, ni te hará popular, ni te otorgará un amplio abanico de salidas profesionales. La Filosofía es para aquellos que han comprendido que en la vida hay bienes mucho mayores que la fama, las riquezas o los placeres.
La filosofía es increíblemente útil para la vida humana precisamente porque no es útil para ninguna otra cosa, contiene la utilidad en sí misma. Es decir, no nos va a proporcionar beneficios externos como los nombrados anteriormente, sino que ella misma es intrínsecamente útil porque añade más valor a la vida humana, que es una vida destinada al amor y al conocimiento.
Vivimos en un mundo extremadamente utilitarista, en el que es común ver a gente que estudia carreras que ni siquiera le interesan sólo por la ingente cantidad de salidas que le ofrece, todas ellas seguramente muy bien remuneradas. Se ha perdido en gran medida el sentido de la vocación y, tristemente, el de la pasión por aquello que uno estudia y por aquello a lo que uno se dedica. En consecuencia, vivimos en un mundo de trabajadores desmotivados, de profesores desinvolucrados, de políticos corruptos y con una enorme cantidad de gente que no se siente realizada porque no ha sabido darle un sentido a su vida.
Toda vida digna de ser vivida comienza por ahí, por darle un sentido, por tener un fin, una meta. Y para saber darle un sentido óptimo, un fin que merezca la pena hay que detenerse, olvidarse unos instantes del mundo actual que vive con tanta prisa y que busca respuestas inmediatas a problemas complejos, y hay que pararse a pensar qué hacemos aquí y cuál es nuestro deber.
La filosofía es conocerse mejor a uno mismo, conocer mejor el mundo que nos rodea, dar respuestas a las preguntas que a todos nos acucian, desarrollar un espíritu crítico, encontrar la virtud y, ante todo, buscar la verdad.
