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Reflexionando a carcajadas

Pocos momentos hay mejores que aquel en el que, en una calurosa tarde de verano, te sientas en la terraza de un bar a tomar algo y hablar con un buen amigo. Lo de siempre, una cerveza fría (quizá fueran dos o tres) y una larga charla sobre temas de lo más distendidos como nuestros planes de verano, el partido de fútbol del otro día o lo ausente que está nuestro amigo desde que se echó novia. Reíamos a carcajadas, cuando de pronto dijo algo que me hizo reflexionar: «Desde luego, cualquiera diría que eres un filósofo...»

Probablemente mi amigo no reflexionó mucho antes de soltar ese comentario, pero no pude evitar sentirme ofendido por él y plantearme: ¿Es el humor algo incompatible con la labor de un buen filósofo? ¿debe el sabio ser alguien apático, soso y entregado por completo a cuestiones serias?

Existe un prejuicio casi universalmente asumido con el que, sin embargo, no podía estar más en desacuerdo: los filósofos son gente seria, sumida en cuestiones complejas y sin tiempo para algo tan banal y mundano como el humor. Yo reniego rotundamente de esta idea. De hecho, tengo un registro enorme de conversaciones vacías y banales que supera con creces al de mis reflexiones filosóficas (y menos mal). Históricamente ha existido un rechazo intelectual hacia lo humorístico, considerado como algo opuesto al pensamiento racional. Hombres tan distanciados cronológicamente como Platón, Hobbes o Descartes consideraban la risa como un acto violento, irracional, de pérdida del control y de la razón. Muestra de esto es la baja reputación o consideración social que tenían los bufones o payasos en épocas como la Edad Media. Hoy en día la consideración es totalmente opuesta. De hecho, cuando una persona se toma con humor un infortunio decimos que "se lo está tomando con filosofía". Y no sólo utilizamos esta expresión porque el humor naciera de una anécdota que le sucedió a Tales (y que porvocó la risa de una esclava tracia) sino porque ser sabio es saberse reír de uno mismo, demostrar humildad y no tomarse las cosas, ni a uno mismo, demasiado en serio. Por algo decía Pascal que burlarse de la filosofía, es ser un filósofo. El humor y la filosofía están más estrechamente vinculados de lo que muchos se creen. A veces sólo el humor nos permite las críticas más lúcidas o nos permite superar dogmas y tabúes. Pero, sobre todo, nos permite una existencia más agradable mientras buscamos un sentido al sinsentido de la vida. Y si no lo encontráramos, siempre nos quedará reírnos. Por eso mismo cuando mi amigo puso en duda mis capacidades para ser filósofo, yo me reí. Así le demostré que me tomo la vida con filosofía.

"El escritor es un hombre sorprendido, el amor es motivo de sorpresa y el humor, el pararrayos vital" (Alfredo Bryce Echenique)

Enlace de la imagen: http://estaticos04.elmundo.es/elmundo/imagenes/2009/11/06/1257536370_0.jpg


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